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Cliente: Ayuntamiento de Icod de los Vinos

Fecha: 1984

Ubicación: Icod de los Vinos – Santa Cruz de Tenerife

Parque del Drago

La imagen geográfica histórica y actual del Drago en Icod de los Vinos no solo sorprende por su majestuosa belleza, sino también por el carácter inmutable de su silueta.

La copa y el tronco conservan su forma y dimensiones, haciendo del Dracaena draco una especie que, debido a su lento crecimiento, puede compararse con el baobab. Con su postura escultórica e inmóvil, el Drago ha sido testigo de todos los cambios ocurridos a su alrededor: las transformaciones del territorio, tanto urbanas como paisajísticas, han sucedido con una dinámica que contrasta con la majestuosa presencia geográfica de este árbol milenario.

El proyecto del Parque del Drago de Icod, ganador del concurso de 1984, actúa sobre el entorno, pero intenta contrarrestar los cambios realizados alrededor del Drago devolviéndole un papel protagonista. Por eso, toda intervención realizada toma como referencia la vista del árbol, ya sea cercana o lejana, frontal o en ángulo. Se establece un sistema de recorridos agradables mediante intervenciones clave que permiten percibir el Drago.

Se eliminan los dos taludes del barranco por donde pasa el tráfico, recuperando así los antiguos caminos del territorio.

Se redefinen los límites físicos del municipio hacia el antiguo cauce del río Caforiño en Icod, culminando en una conexión urbana con el parque mediante la creación de plataformas y la replantación de jardines con especies autóctonas.

La entrada al parque se realiza a través del centro de acogida e interpretación, un edificio semi-enterrado que incluye zonas informativas, educativas y un restaurante. Las proporciones y materiales utilizados en esta construcción interpretan los métodos tradicionales de las antiguas viviendas del municipio: la carpintería de la techumbre, la mezcla de cemento y piedra para los sistemas de cerramiento, y el mortero de cal para el revestimiento de los muros.

Desde este punto parten los senderos que rodean el gran árbol, siguiendo los muros atarazados y los canales de riego, hoy en desuso pero recuperados en el proyecto. Las líneas que se trazan representan una intervención ligera y ordenada en el paisaje, un sustrato que permite el regreso de la exuberante y autóctona naturaleza, transformándolo todo bajo la atenta mirada descendente del milenario Drago.

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Felipe J. Artengo Rufino
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